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Si tuviéramos la fuerza y la fe suficientes para confiarnos enteramente a Dios, y seguirle sencillamente adonde Él nos condujera, no necesitaríamos ningún gran esfuerzo mental para alcanzar la perfección.
Si tuviéramos la fuerza y la fe suficientes para confiarnos enteramente a Dios, y seguirle sencillamente adonde Él nos condujera, no necesitaríamos ningún gran esfuerzo mental para alcanzar la perfección.