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Y entonces se dio cuenta de que su presencia era el muro, su presencia la estaba destruyendo. A menos que pudiera escapar, moriría aterrorizada, amurallada en el horror. Y él era el muro. Ella debía derribar el muro. Debía derribarlo ante ella, la horrible obstrucción de aquel que obstruyó su vida hasta el final. Debe hacerlo, o perecerá de la forma más horrible.