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  • No me he cansado de la naturaleza, sino que cada vez disfruto más de su belleza y de la vida errante que llevo. Prefiero la silla de montar al tranvía y el cielo salpicado de estrellas a un tejado, el sendero oscuro y difícil, que conduce a lo desconocido, a cualquier carretera asfaltada, y la profunda paz de lo salvaje al descontento que engendran las ciudades.