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La fe no es nuestro salvador. No fue la fe la que nació en Belén y murió en el Gólgota por nosotros. No fue la fe la que nos amó y se entregó por nosotros; la que llevó nuestros pecados en su propio cuerpo sobre el madero; la que murió y resucitó por nuestros pecados. Una cosa es la fe y otra el Salvador. Una cosa es la fe y otra la cruz. No las confundamos, ni atribuyamos a un acto pobre e imperfecto del hombre lo que pertenece exclusivamente al Hijo del Dios vivo.