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Tuve la suerte de que me metieran inesperadamente en algo llamado Labour Research Unit, una organización poco conocida creada para ayudar al incipiente movimiento obrero. No era una empresa, ni un consejo estatutario, ni un departamento gubernamental; de hecho, no existía en absoluto como entidad jurídica. Así, en circunstancias poco ortodoxas, pasé a formar parte de esa lucha.