Se trata más bien de cuando vuelves de salir a algún sitio; en un minicab o en un autobús nocturno, o con alguien, o caminando a casa por Londres a altas horas de la noche, como en un sueño, y todavía tienes la música resonando en ti, en tu torrente sanguíneo, pero con la vida real intentando interponerse. Quiero que sea como un pequeño santuario. Es como ese puesto de 24 horas que vende té en una noche lluviosa, brillando en la oscuridad. Es muy sencillo.