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La maternidad no es lo que sobró después de que nuestro Padre bendijera a Sus hijos con la ordenación sacerdotal. Fue la dote más ennoblecedora que Él pudo dar a Sus hijas, una confianza sagrada que otorgó a las mujeres un papel sin igual en ayudar a Sus hijos a conservar su segundo estado. Como declaró el presidente J. Reuben Clark, hijo, la maternidad es 'tan divinamente llamada, tan eternamente importante en su lugar como el Sacerdocio mismo'.