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Como mujeres musulmanas, nos hemos liberado de esta esclavitud silenciosa. No necesitamos los cánones de belleza o moda de la sociedad para definir nuestra valía. No necesitamos ser como los hombres para ser honradas, y no necesitamos esperar a que un príncipe nos salve o nos complete. Nuestro valor, nuestro honor, nuestra salvación y nuestra plenitud no residen en el esclavo. Sino, en el Señor del esclavo.