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  • Somos hijos e hijas espirituales amados de padres celestiales, con una naturaleza y un destino divinos. Nuestro Salvador, Jesucristo, nos amó lo suficiente como para dar Su vida por nosotros. Su expiación nos proporciona el camino para progresar en la senda hacia nuestro hogar celestial, por medio de las sagradas ordenanzas y convenios del sacerdocio.