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Sentir una alegría plena y sin trabas es haber llegado a ser plenamente generoso; permitir que nuestro yo sea alegre es haber atravesado la puerta del miedo, el abandono del yo ansioso y preocupado... la vulnerabilidad de la felicidad sentida de repente como una fuerza, un consuelo y una fuente, la reivindicación de nuestro lugar en la conversación viva.