-
Una parte de mi aprecio por lo bueno que traen los momentos ha venido de la conciencia y el reconocimiento. Pero también de la tristeza que me produce su desaparición. Cuando algo que no puede volver a repetirse llega a su fin (y todos los momentos son así), siento una tristeza en mi interior. Este pensamiento confiere a mi vida una cualidad que podría describirse como agridulce. Y esos momentos adquieren un doble significado y riqueza, porque están aquí ahora y porque no siempre estarán.