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Muchos de nosotros hemos abdicado de nuestras pasiones en favor de las obligaciones, como si la pasión fuera un lujo para los jóvenes y todos tuviéramos que madurar algún día. Aunque sea a regañadientes, nos acomodamos para vivir una vida de conformidad que describimos como "madurez". Hemos hecho que actuar como un adulto sea sinónimo de llevar una vida apática.