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La capacidad de juzgar está en el corazón de la vida cristiana. A menos que seamos capaces de juzgar la doctrina, los estilos de vida y el entretenimiento, a menos que seamos capaces de distinguir entre la apariencia exterior y el carácter interior, podríamos perder el propósito para el que Dios nos puso en esta tierra. Podríamos terminar aceptando una piedra como pan y una serpiente como pez.