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Si todos los padres comprendieran los enormes beneficios educativos y la intensa felicidad que produce leer en voz alta a sus hijos, y si todos los padres -y todos los adultos que cuidan de un niño- leyeran en voz alta un mínimo de tres cuentos al día a los niños de nuestras vidas, probablemente podríamos acabar con el analfabetismo en una generación.