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Cada cosa tiene su palabra, pero la palabra se ha convertido en una cosa por sí misma. ¿Por qué no puedo encontrarla? ¿Por qué un árbol no puede llamarse Pluplusch, y Pluplubasch cuando ha llovido? La palabra, la palabra, la palabra fuera de su dominio, de su acartonamiento, de esta risible impotencia, de su estupenda petulancia, fuera de todo el parloteo de su autoevidente limitación. La palabra, señores, es un asunto público de primera importancia.