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La responsabilidad vicaria por cosas que no hemos hecho, esta asunción de las consecuencias por cosas de las que somos totalmente inocentes, es el precio que pagamos por el hecho de que vivimos nuestras vidas no por nosotros mismos, sino entre nuestros semejantes, y que la facultad de acción, que, después de todo, es la facultad política por excelencia, sólo puede actualizarse como una de las muchas y múltiples fuerzas de la comunidad humana.