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Lo más duro de ser un marginado no es el amor que no recibes. Es el amor que anhelas dar y que nadie quiere. Después de un tiempo, se acumula en tu sistema como agua estancada y se vuelve tóxica, envenenando tu espíritu. Cuando esto sucede, no tienes muchas opciones disponibles. Puedes convertirte en un solitario amargado que va por la vida cabreado con el mundo; puedes enconarte de rabia hasta que un día asesines a tus compañeros. O puedes encontrar otra salida para tu amor, donde será apreciado y tal vez incluso correspondido.