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La gente tiende a considerar que ser vulnerable es malo. Pero no lo es. La vulnerabilidad nos recuerda que somos humanos. Nos mantiene abiertos a dar y recibir amor. Sin al menos un poco, podemos convertirnos en alguien que vive en una prisión creada por nosotros mismos, donde los muros son tan gruesos que nadie puede entrar ni salir.