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Empecé a tomar decisiones basándome en lo que quería y no sentía que tuviera que justificarlas. Si quería cortarme el pelo, lo hacía. Si quería mudarme a New York, lo hacía. Si quería hacer un viaje espontáneo por carretera, lo hacía. A los 24 decidí que mi vida me bastaba, y dejé de buscar alguna otra pieza para completarla.