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La historia de María Magdalena nos recuerda a todos una verdad fundamental... Discípulo de Cristo es aquel que, en la experiencia de la debilidad humana, ha tenido la humildad de pedir su ayuda, ha sido curado por Él y se ha puesto en camino siguiéndole de cerca, convirtiéndose en testigo de la fuerza de su amor misericordioso, más fuerte que el pecado y la muerte.