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Si quieres ser santo, si buscas sentido a tu vida, empieza a mirar en tu propia vida y a atacar tu orgullo en todas sus múltiples formas. Dios te dará una luz extraordinaria y la recompensa definitiva de la santidad. Porque tu santidad no depende de lo que hagas, sino de lo que permitas que Dios haga a través de ti. Ten valor. Dios te perfeccionará.