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El sufrimiento es universal; cómo reaccionamos ante el sufrimiento es individual. El sufrimiento puede llevarnos por dos caminos. Puede ser una experiencia fortalecedora y purificadora combinada con la fe, o puede ser una fuerza destructiva en nuestras vidas si no tenemos fe en el sacrificio expiatorio del Señor. El propósito del sufrimiento, sin embargo, es edificarnos y fortalecernos.