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Nadie sabe qué capacidades para hacer y sufrir tiene en sí mismo, hasta que algo viene a despertarlas a la actividad: al igual que en un estanque de agua quieta, que yace allí como un espejo, no hay ninguna señal del rugido y el trueno con el que puede saltar desde el precipicio, y sin embargo, seguir siendo lo que es; o de nuevo, elevarse alto en el aire como una fuente. Cuando el agua está tan fría como el hielo, no puedes hacerte una idea del calor latente que contiene.