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Que el cirujano se encargue de regular todo el régimen de vida del paciente para la alegría y la felicidad, prometiéndole que pronto estará bien, permitiendo que sus parientes y amigos especiales lo animen y haciendo que alguien le cuente chistes, y que se consuele también con música de viola o salterio. El cirujano debe prohibir la ira, el odio y la tristeza en el paciente, y recordarle que el cuerpo engorda con la alegría y adelgaza con la tristeza.