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Sabía lo que era el honor, y con obsequiosa majestad aprobó mi razón. A la enramada nupcial la conduje sonrojada como la mañana; todo el cielo y las felices constelaciones derramaron en aquella hora su más selecta influencia; la tierra dio señales de gratitud, y cada colina; alegres los pájaros; frescos vendavales y suaves aires lo susurraron a los bosques, y de sus alas brotaron rosas, arrojaron olores de los especiados arbustos.