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  • Para el hombre con oído para las exquisiteces verbales -el hombre que busca afanosamente la palabra perfecta y antepone la forma de decir una cosa a la cosa dicha-, la escritura ofrece la alegría constante del descubrimiento repentino, del accidente feliz.

    H.L. Mencken (1917). "A book of prefaces", p.85, Рипол Классик.