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Paradójicamente, el pueblo y el Estado de Japón, que vivían sobre tales puntales morales, no eran inocentes, sino que habían sido manchados por su propia historia pasada de invasión de otros países asiáticos.
Paradójicamente, el pueblo y el Estado de Japón, que vivían sobre tales puntales morales, no eran inocentes, sino que habían sido manchados por su propia historia pasada de invasión de otros países asiáticos.