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Todos nacemos idólatras, y la idolatría es buena, porque está en la naturaleza del hombre. ¿Quién puede superarla? Sólo el hombre perfecto, el Dios-hombre. Los demás son todos idólatras. Mientras veamos este universo ante nosotros, con sus formas y figuras, todos somos idólatras. Estamos adorando un símbolo gigantesco. El que dice que es el cuerpo es un idólatra nato.