-
¿Qué más necesitaba este anciano que dividía las horas de ocio de su vida, en la que tenía tan poco tiempo libre, entre la jardinería de día y la contemplación de noche? ¿No le bastaba este estrecho recinto, con el cielo de fondo, para poder adorar a Dios en sus obras más bellas y más sublimes? En efecto, ¿no es eso todo, y qué más se puede desear? Un pequeño jardín para pasear y la inmensidad para reflexionar. A sus pies algo que cultivar y recoger; sobre su cabeza algo que estudiar y meditar: unas pocas flores en la tierra, y todas las estrellas en el cielo.