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El cielo estrellado, a pesar de aparecer con tanta frecuencia a nuestra vista, nunca deja de suscitar una idea de grandeza. Esto no puede deberse a las estrellas en sí, consideradas por separado. El número es ciertamente la causa. El aparente desorden aumenta la grandeza, porque la apariencia de cuidado es muy contraria a nuestras ideas de magnificencia. Además, las estrellas se encuentran en tal confusión aparente, que en ocasiones ordinarias es imposible contarlas. Esto les da la ventaja de una especie de infinitud.