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Hasta que uno no ha criado perros y los ha dibujado y pintado, es difícil darse cuenta de que no hay dos idénticos en conformación. No hace falta más que apuntar durante un día a dos de ellos para reconocer que cada uno es un individuo. Se necesita la intimidad de la vida diaria con un perro para conocer la sutil calidad de su mente, el olor a jamón de sus orejas y que su nariz húmeda en tu boca sabe salada.