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No me sorprende que, allí donde se permite la vida monástica, todas las órdenes encuentren adeptos y todos los monasterios habitantes. Los hombres se someten a cualquier regla que los libre de la tiranía del capricho y del azar. Se complacen en suplir con autoridad externa su propia falta de constancia y resolución, y cortejan el gobierno de otros, cuando la larga experiencia les ha convencido de su propia incapacidad para gobernarse a sí mismos.