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  • Considera, amigo mío, si un espíritu puro y la virtud son otra cosa que salvar tu vida y ser salvado. Tal vez debamos desechar la idea de la longevidad y dejar de amar esta vida, para encomendar estas cosas a Dios y, creyendo que nadie escapa jamás al destino, considerar, con eso en mente, cómo podemos vivir la mejor vida posible en el tiempo que nos queda.