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En ninguna parte uno se convence más del fuerte arraigo que la Masonería tiene en las mentes y las vidas de aquellos envejecidos trabajadores del Oficio que han alcanzado sus más altos honores y de su firme creencia en el poder de sus enseñanzas para purificar el alma de los hombres y elevarlos a una nueva dignidad y a mayores alturas de espiritualidad y moralidad práctica.