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  • Los hombres empezaron a intercambiar relatos de atrocidades, primero las historias que habían oído, luego las que habían presenciado y, por último, las cosas que les habían ocurrido a ellos mismos. Una letanía de humillaciones personales, indignación y rabia convertida en humor. Se rieron entonces, a carcajadas, de la velocidad con la que habían corrido, de la pose que habían adoptado, de la treta que habían inventado para escapar o disminuir alguna amenaza a su hombría, a su humanidad. Todos menos Empire State, que permanecía de pie, escoba en mano y con los labios caídos, con la expresión de un niño de diez años muy inteligente.

    Toni Morrison (1987). "Sula"