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El problema de la sincronicidad me ha desconcertado durante mucho tiempo, desde mediados de los años veinte, cuando investigaba los fenómenos del inconsciente colectivo y seguía encontrándome con conexiones que sencillamente no podía explicar como agrupaciones o "rachas" fortuitas. Lo que encontraba eran "coincidencias" conectadas de forma tan significativa que su concurrencia "casual" representaría un grado de improbabilidad que habría que expresar con una cifra astronómica.