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  • La constitución regula nuestra administración; la constitución dedica el dominio a la unión, a la justicia, a la defensa, al bienestar y a la libertad. Pero hay una ley más alta que la constitución, que regula nuestra autoridad sobre el dominio, y lo dedica a los mismos nobles propósitos. El territorio es una parte, nada despreciable, del patrimonio común de la humanidad, otorgado por el Creador del universo. Nosotros somos sus administradores, y debemos cumplir con nuestro deber para asegurar su felicidad en el grado más alto posible.