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El honor, la justicia y la humanidad nos prohíben renunciar dócilmente a la libertad que recibimos de nuestros valientes antepasados y que nuestra inocente posteridad tiene derecho a recibir de nosotros. No podemos soportar la infamia y la culpa de resignar a las generaciones venideras a la miseria que inevitablemente les espera, si les imponemos vilmente la esclavitud hereditaria.