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Para que todos los hombres aprendan a decir la verdad, es necesario que todos aprendan también a oírla; porque ninguna especie de falsedad es más frecuente que la adulación, a la que el cobarde es traicionado por el miedo, el dependiente por el interés y el amigo por la ternura: los que no son serviles ni timoratos están, sin embargo, deseosos de otorgar placer; y, mientras se sigan haciendo injustas demandas de alabanza, siempre habrá algunos a quienes la esperanza, el miedo o la bondad dispondrán a pagarlas.