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No debemos reservar la comunión con Dios sólo para las oraciones de la mañana y de la noche, o para el culto semanal, o para cuando nos sintamos agobiados. El objetivo es darnos cuenta de que cada momento de nuestra vida es una meditación. Permítete maravillarte ante la obra de Dios que nos rodea. A lo largo del día, deja que el sol, un árbol o un trozo de fruta te recuerden que todo lo que puedas desear te ha sido dado y que puedes encontrarlo aquí mismo, en la tierra.