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Es hora de que nos quitemos las máscaras, de que salgamos de detrás de nuestros personajes -sean los que sean: educadores, activistas, biólogos, geólogos, escritores, agricultores, ganaderos y burócratas- y admitamos que somos amantes, comprometidos en una erótica del lugar. Amar la tierra. Honrar sus misterios. Reconocer y abrazar el espíritu del lugar: no hay nada más legítimo ni más verdadero. Por eso estamos aquí. Por eso hacemos lo que hacemos. No hay nada intelectual en ello. Amamos la tierra. Es un asunto primario.