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  • Nuestra destrucción de la naturaleza no es sólo una mala administración, o una economía estúpida, o una traición a la responsabilidad familiar; es la blasfemia más horrible. Es arrojarle a la cara los dones de Dios, como si no tuvieran más valor que el que les asignamos al destruirlos.

    Wendell Berry (2003). “The Art of the Commonplace: The Agrarian Essays of Wendell Berry”, p.308, Counterpoint