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El cristianismo no ofrece un mero consuelo, sino una restauración, no sólo de la vida que teníamos, sino de la vida que siempre quisimos pero nunca logramos. Y porque la alegría será aún mayor para todos los que el mal, esto significa la derrota final de todas aquellas fuerzas que habrían destruido el propósito de Dios en la creación, a saber, vivir con su pueblo en la gloria y el deleite para siempre.