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Estoy convencido de que siempre que exageramos o demonizamos, simplificamos o exageramos nuestros argumentos, perdemos. Siempre que simplificamos el debate político, perdemos. Porque es precisamente la búsqueda de la pureza ideológica, la rígida ortodoxia y la pura previsibilidad de nuestro debate político actual lo que nos impide encontrar nuevas formas de afrontar los retos a los que nos enfrentamos.