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A esta hora del atardecer, las paredes del cañón son de una belleza indescriptible y me temo que la magia de la fotografía nunca podrá registrar lo que veo ahora. Las altas agujas cerca de la cima del cañón y las paredes del cañón allá arriba parecen como si Dios hubiera extendido la mano y les hubiera pasado un pincel de pintura dorada, dorando estas rocas con el brillante resplandor del sol poniente.