Aunque no era una niña extraordinariamente precoz en otros aspectos, parecía tener opiniones muy claras y correctas sobre casi todos los temas relacionados con su deber para con Dios y su prójimo; era muy sincera tanto de palabra como de obra, muy estricta en su observancia del sábado -aunque el resto de la familia no era en absoluto exigente a ese respecto-, muy diligente en sus estudios, respetuosa con sus superiores y amable con sus inferiores e iguales; y era amable, de temperamento dulce, paciente e indulgente en un grado notable.