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Las antepasadas de Sybil habían apoyado valientemente a sus maridos en el asedio a embajadas lejanas, habían dado a luz sobre un camello o a la sombra de un elefante herido, habían repartido bombones de oro mientras los trolls intentaban entrar en el recinto, o simplemente se habían quedado en casa cuidando a los trozos de maridos e hijos que conseguían volver de las interminables guerritas. El resultado era una especie de mujer que, cuando el deber lo requería, se convertía en acero macizo.