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Durante mi encarcelamiento, mi madre me visitó. De alguna manera había conseguido salir del asilo y se esforzaba por establecer un hogar para nosotros. Su presencia era como un ramo de flores; tenía un aspecto tan fresco y encantador que yo me sentía avergonzada de mi aspecto desaliñado y de mi cabeza afeitada yodada. 'Debes disculpar su cara sucia', dijo la enfermera.Madre se rió, y qué bien recuerdo sus entrañables palabras mientras me abrazaba y me besaba: 'Con toda tu suciedad te sigo queriendo.