-
Lo primero que sentí fue un salvaje deseo de clavar una estaca en la arena y reclamar el lugar para mí. La playa era blanca como la sal, y estaba aislada del mundo por un anillo de colinas escarpadas que daban al mar. Estábamos al borde de una gran bahía y el agua era de ese color turquesa claro que se obtiene con un fondo de arena blanca. Nunca había visto un lugar así. Quería quitarme toda la ropa y no ponérmela nunca más.