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La llamada de Dios no es un reflejo de mi naturaleza; mis deseos personales y mi temperamento no tienen ninguna consideración. Mientras me detenga en mis cualidades y rasgos y piense para qué sirvo, nunca oiré la llamada de Dios.
La llamada de Dios no es un reflejo de mi naturaleza; mis deseos personales y mi temperamento no tienen ninguna consideración. Mientras me detenga en mis cualidades y rasgos y piense para qué sirvo, nunca oiré la llamada de Dios.